METAPOÉTICA DEL AGUA EN RAÚL RENÁN
(METAPOETICS OF WATER IN RAÚL RENÁN’S WORK)


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Gloria Vergara
University of Colima, México
e-mail: glainz@hotmail.com


AGATHOS, Volume 1, Issue 1 (1): 71-79
© www.agathos-international-review.com CC BY NC 2010


Abstract: This essay represents our homage to the Mexican poet Raúl Renán. We put in dialogue the metapoetics of Raúl Renán with the ideas of Gaston Bachelard, emphasizing the cosmic image of the water and the salmon. In the agony of the salmon, we try to catch some of the unheard fight of the human being, the singing that aspires to the sacred thing and that, finally, is diluted within the ironic destination of a trivial death.


Keywords: metapoetics, cosmic image, water, salmon, divine aspiration, irony


El poeta más profundo descubre el agua vivaz,
el agua que renace de sí, el agua que no cambia,
el agua que marca con su signo imborrable sus imágenes,
el agua que es un órgano del mundo,
un alimento de los fenómenos corrientes,
el elemento vegetante,
el elemento que lustra,
el cuerpo de las lágrimas...

 En el presente ensayo rendimos homenaje al poeta mexicano Raúl Renán1, a su palabra, a través de un acercamiento crítico al poemario A/salto de río. Agonía del salmón, publicado por Ediciones ST (México, 2005). Con este propósito, ponemos en diálogo la metapoética de Renán con algunos presupuestos del filósofo francés, Gastón Bachelard, para adentrarnos en la imagen cósmica del agua que nos lleva a un mundo vertiginoso en donde el poeta desova como salmón sus versos. Queremos ver así, en la agonía del salmón, la representación de una lucha inaudita en el acontecer cotidiano, marcada -sin embargo-, por el canto, por la elevación del canto poético, hasta llegar, en su verticalidad, al misterio de lo sagrado y diluirse finalmente en el destino irónico de una muerte trivial, a pesar de su aspiración divina de la pro/creación.

 A partir de los textos de Raúl Renán podemos hablar del arte como experimentación no sólo por su naturaleza metafórica, sino porque a partir de la preocupación del poeta yucateco la poesía se muestra como un eje de reflexión sobre sí misma; la palabra y el sujeto lírico se saben parte del flujo poético y del reflujo de la vida. En A/salto de río. Agonía del salmón, esta búsqueda metapoética está marcada por la presencia del agua que sirve al pez - como al poeta sirve la palabra - para nadar a contracorriente y llegar así a la otra orilla. La palabra aquí cobra su espacio; el poema toma su justa dimensión gráfica en el agua en continuo movimiento y no permite la aparición de Narciso. El salmón se busca, divaga, vaga sin rumbo, quiere verse y no se ve. En cambio el agua se apropia de su imagen y se encrespa en mil escamas. El salmón remonta para desovar y es desovado por el río en la plenitud del mar, del agua tormentosa. En un despliegue analógico, el poeta remonta la palabra, trastoca el discurso para dejar su verso en la corriente de agua dulce y, como el salmón, es desovado por la vida.

 En este viaje el lector también es tomado por “a/salto”, es “obligado” a seguir su lectura en un orden no acostumbrado, marcado por la acotación y la dirección de sentido que impone el texto. La página en blanco se va poblando de abajo a arriba en un recorrido similar al del pez. Aquí Raúl deja su espada y su yelmo de poeta guerrero que había mostrado en poemarios como Los silencios de Homero, para ir a contracorriente en un agua que lo lleva a la imagen primaria del hacedor. El salmón transita entre las aguas dulces y el mar. Su itinerancia es parte de un destino relacionado siempre con el origen: Nacer del río, ir al mar y volver al río para dejar su cría, sus raíces movibles en el agua vertiginosa de la vida. En el poemario de Renán, el lector apenas encontrará una señal en vez de título: “el salmón lee de abajo hacia arriba” como si fuera la acotación de un guiño dramático. Y en ese viaje “al ahí/ al ahí/ al ahí/ al ahí/ al cruel nadar del agua” (p.5) que marca el epígrafe con un título abajo: “Viaje al nacimiento”, aparece como autor un tal Salomón S. Almónides. Renán escala, remonta los versos en la ironía de la referencia, para encontrar en su agonía el canto más alto y entregarlo al lector que lo sigue.

 En este fragmento de canción, en este canto, el sujeto lírico asciende la caída. El espacio muestra la imagen del salmón y los versos construyen y borran el camino. “Bajo la gran caída en escala suben los versos que llevan a la cumbre” (p.7). Así el canto se revela en ese tránsito del agua, camino y obstáculo, y agoniza en cada intento como si se tratara de otra lucha, de la lucha por la vida para la que nadie nos prepara. Porque, como afirma Bachelard: “El agua es realmente el elemento transitorio [...] El ser consagrado al agua es un ser en vértigo. Muere a cada minuto, sin cesar algo de su esencia se derrumba [...] La muerte cotidiana es la muerte del agua” (El agua y los sueños, p.15). El agua vivaz es la que nos lleva a contemplar, en el vértigo, nuestro propio nacimiento. Es la que nos hace intuir que el dolor es canto y el fin, principio, origen. El agua es poética de por sí, dice Bachelard; seguir sus ritmos, su sonoridad y representarlos en esta búsqueda para remontar al pasado original, es traer un arquetipo a otro, viajar en la semilla a través de la palabra. Entonces la poética del agua es ya una metapoética, porque aquí la materia nos lleva a la reflexión de lo que ocurre en ese camino surcado por el pez y la palabra. En Renán, el agua está habitada por el salmón como poeta y como lector. Es como si el poeta siguiera sus imágenes y a través de la memoria primitiva llegara al principio de la vida. Es como un ascender en la horizontalidad del agua. Pero esta ascesis también está marcada por la soledad y la búsqueda dolorosa. A pesar de su dolor, el poeta sabe que alguien lo mira y por ello lanza la invitación imperativa: “Ven sigue lector mi angustia” (p.7). Y en la construcción que puede leerse palindromática, nos deja de nuevo el susurro: “¡vamos! ¡arriba! dolor instinto angustia mi lector sigue ven” (p.7). La inserción de la imagen, sin embargo marca de nuevo el sentido, la dirección horizontal que, aunque se rompe en el acomodo de las palabras, se percibe con el salmón que flota en la corriente de la letra impresa:


vergara

 El mismo poema que contiene esta parte, aparece en la contraportada azul del texto con juegos de claros que nos colocan como espectadores en un agua que es, a la vez, espacio sideral. Esta verticalidad apenas vista por las primeras señales, se manifiesta con mayor precisión cuando el sujeto lírico coloca el salto del salmón y el espacio del río como esenciales para la aspiración a lo divino. Hay que sumergirse en el agua para ser acogido por la cumbre. La indicación de que se lea de abajo para arriba completa la intencionalidad de lo que Gastón Bachelard llama una imaginación ascensional.


vergara

 El sujeto lírico es el salmón en esa plataforma metafórica del agua. Siendo aéreo, arrastra alas, se sabe constreñido a la red en una referencia palpable a “Muerte sin fin” de José Gorostiza2. En su viaje ascendente, el salmón deja un rastro onomatopéyico, sonidos que marcan la lucha por avanzar más allá del “chorro desbocado” (p.11), más allá de “la torpe voluntad” (p.11). Porque al final de la cumbre, en esta imaginación dinámica, está el Dios hambriento que lo espera. Allí, el espacio divino se transforma de red en ser devorador, la verticalidad asume su caída; porque en este desplazamiento místico del salmón, la desaparición del cuerpo es necesaria para que se libere el alma. De esto queda constancia, cuando el poeta enuncia: “hay / un / ahí / en / el / cielo / a / donde / mi / alma / descansará / sin / mi / cuerpo” (p.12).

 En el quinto poema de A/salto de río. Agonía del salmón, el salmón se reconoce inserto en el agua con su dolor. Aunque aspira a la libertad natural del aire, se sabe atado al principio de profundidad en el viaje axiomático de la vida. Marca su lucha, yendo al “encuentro / con / la / mortal / fatiga” (p.13). Empiezan entonces los cuestionamientos: ¿qué voy a ver?, ¿para qué?, como si el poeta efectivamente hubiera despegado del agua y ahora contemplara el mundo con la distancia crítica del dolor, de lo inalcanzable, de lo que está a destiempo. El poema VI trasmite esta misma sensación en el viaje-discurso que el pez emprende. El salmón sabe de antemano que lo espera una ausencia. Anémonas, jardines, la estrepitosa alegría “están / afuera / deshaciéndose” (p.14). Sólo queda el sonido del agua, la onomatopeya de su agonía: aaag, ump, ug. Espuma ávida, agua enloquecida. En este punto se puede ver un entrecruzamiento de la interioridad del salmón con el ámbito en el que se desplaza. A través de lo gráfico y lo sonoro, Renán estalla la metáfora. Sabe que la agonía no sólo está en la caída de la muerte, sino que ésa, la definitiva y profunda caída de la muerte contiene el preámbulo de la elevación. El salmón emite sonidos como gorgoteos, como gorjeos, como voz perdida en un canto agónico. Se sabe entre la espuma, el oleaje, el sudor que marca visiblemente la lucha del cuerpo por desplazarse.

 Cuando el poeta se reconoce en el espacio profundo, abre la puerta de acceso a lo sagrado. Sabe que para ascender hay que bajar, hay que ser jalado por esa fuerza que viene de la espuma. Y es que todo proceder ascético contiene rigurosamente un viaje a la interioridad, requisito esencial para emprender el vuelo, pues “el dinamismo positivo de la verticalidad es tan claro que podemos enunciar este aforismo: el que no asciende, cae. El hombre como hombre no puede vivir horizontalmente” (Bachelard 1982, 21). Por ello en esta inmensidad íntima, el salmón personificable de A/salto de río. Agonía del salmón alcanza la ensoñación cósmica y encuentra la amplificación del ser, aquí “la ensoñación nos pone en estado de alma naciente” (Bachelard 2000, 31).

 No es gratuito que luego de ser arrastrado por el impulso del agua, el salmón encuentre la serenidad, el descanso, “uuf”, de la fuente. Empieza entonces, en remanso lúdico, al escuchar los secretos del agua. En el misterio ya, el sujeto lírico de A/salto de río. Agonía del salmón, encuentra el camino para ser “rosa / huidiza” (p.21). Así representado, se integra totalmente al arquetipo, cuando enuncia: “soy / una / sed / royendo / el / agua” (p.22), ingresa al espacio divino, al “paraíso inundado” en donde el espíritu del mundo, Deus, le “ordena: / cruza / la / oscuridad” (p.23).

 Sin duda aquí podemos encontrar el instante vivificado en el que muerte y nacimiento son parte del mismo grito en la inmensidad del agua profunda, oscura. El poeta marca las etapas de ese viaje a la interioridad con el simbolismo del agua. En el poema XVI, el salmón rebasa al Dios hambriento y se sabe ya en el espacio de la Diosa. La nombra, la invoca como buena madre: “no / me / rechaces / deja / que / el / corazón / golpee / de / un / lado / a / otro” (p.24). Es un tiempo de iluminación, un tiempo más allá del dolor, un tiempo en que la búsqueda consumada es. Ya pasó el impulso, ahora el corazón marca el paso “limpio / de / espuma / y / quejido” (p.24).

 En este remanso, el salmón se sabe lejos de la tierra, de la arena, aunque la montaña ascendida sea inversa en la inmensidad del agua. En lo alto de la caída ha tomado fuerza, una fuerza inaudita para dispersar la arena con sus “agallas / llenas / de / asfixia / uug” (p.25). Remontar abajo para remontar arriba. Llegar a la quietud de lo profundo para insertarse de nuevo en la borrasca de la vida, es el destino del salmón. Aog, guag, yaac son los intersticios de la palabra articulada que brotan del agua, de la boca del salmón que hila su discurso en el camino líquido, en el tumulto de su designio. Así el sujeto lírico ve la inmensidad que se derrumba en los hilos de agua y vuelve a la lucha del principio, que contemplamos ahora no como la caída que sube, sino como la subida que cae: “no / te / rindes / brutal / fluido / a / mi / embate” (p.29). Y para matizar más la caída de la ascensión, el poeta enfrenta el embate púrpura contra la ausente gracia del huir, del ir de lo divino que no está ni arriba ni abajo, sino que es la inmensidad movible que persigue, que aplasta, que ahoga de infinito.

 El poema XXII es una clara muestra de esa ausencia. Se gastan oleajes, cascadas, abismos y lo único palpable es el ahogo del salmón en esa búsqueda. Del río al mar, del mar al río, el universo del agua se vuelve complejo, oscuro, tumultuoso. Entonces entendemos, como Rilke, que “el mundo es grande, pero en nosotros, es profundo como el mar” (Bachelard 2000, 220). Esa es la inmensidad íntima, la inmensidad que está en nosotros, “adherida a una especie de expansión de ser que la vida reprime, que la prudencia detiene, pero que continúa en la soledad” (p.221). La inmensidad es intensidad, por ello vemos los tropiezos en el viaje del salmón al “amanecer creciente” (p.31) del agua. La elevación, el nado, todo envuelve al sujeto lírico que “como / un / vaso / de / agua / tempestuosa” (p.32) crece contra el “Mandato / Supremo” (p.33). Y en esa contrariedad, a fuerza de agallas y de remos, “furiosa / cola - / boca / de / grito -” (p.35), siente el peso de Dios ante la debilidad del agua. Siendo ésta el ámbito, se vuelve mínimo obstáculo frente a lo divino. Allí el salmón es “rosa / en / fatal / agonía” (p.37), sombra, reflejo del otro, de “otro / salmón / en / fuga” (p.38). Sólo las piedras del fondo saben del sobresalto del pez que se da cuenta de su vacío, del “agua / envuelta / de / vacío / que / lo / azul / deforma” (p.39). En esa imaginación ascencional, el Santuario parece inalcanzable y el poeta corta de tajo la lucha del salmón, confinándolo a “una / sartén / crepitante” (p.40). Viene entonces la fragmentación irónica representada también en la descomposición de la imagen:


vergara

 Termina toda aspiración en el aterrizaje irónico de la cadena alimenticia y los últimos saltos, los últimos tumbos se marcan con dos poemas singulares. El primero está conformado por diversas acciones que indican el continuo movimiento en el agua, espacio líquido que permite la búsqueda y marca la esperanza de la elevación: “entro / paso / salto / vuelco / caigo”, luego el respiro: “ooog” y un largo aliento de acciones que en línea recta llegan a la parte superior de la página: “sumerjo / giro / topo / emerjo / salgo / fondeo / respiro / coleo / penetro / gorjeo / borboto / boqueo / inspiro” (p.42).

 El último poema numerado de A/salto de río. Agonía del salmón, recoge la versión onomatopéyica de esa lucha en el agua múltiple y multiplicada. La sonoridad, el ritmo, la modulación gráfica del verso remontan la palabra para quedarse, como Vicente Huidobro en Altazor, con la esencia del ahogo-canto: “o / o / o/ aaag” (p.43); sólo que en lugar del pájaro tralalí, en el poemario de Raúl Renán aparece el pez; en lugar del aire como elemento conformador de la imagen, brota el agua en su levedad y en su pesantez. En esa verticalidad del instante situado, de la agonía, parece como si el pez - casi villaurrutiano3 - se diera cuenta de que las burbujas que provoca conforman un oscuro lenguaje, marcado también por la inutilidad del viaje que emprende para dejar sus huevecillos cuando lo alcanza el destino de la sartén. ¿Qué mayor caída puede tener el sujeto lírico en su intento de pro/crear, de trascender? ¿El dios al que creía ver es el hombre hambriento de la cadena alimenticia? ¿Y el dios que el hombre ve, que el poeta ve es parte de esa cadena? Muchas preguntas brotan sin duda de esta metapoética existencial. El cierre de la edición tampoco resulta gratuito porque, ilustrado con cinco salmones que forman el círculo, se anuncia que A/salto de río, poemas y dibujos de Raúl Renán, se terminó del imprimir el 2 de febrero, “cumpleaños del autor y festividad de la presentación del Señor en el templo” (p.44). Y es que, como lo reafirma el poema de apertura que aparece también en la contraportada de A/salto de río. Agonía del salmón ya sin la imagen del salmón, para cerrar el círculo: “Bajo la gran caída en escala suben los versos que llevan a la cumbre. Urgido por descubrir mi destino oculto en el agua, subiré cada vez que el camino de abajo arriba le dé rastro previo a mis aleteos desesperados por vencer la fuerza de la vida que baja”. El hombre, ¡pobre! Desde César Vallejo, desde siempre, espera una señal, por mínima que sea para emprender el viaje, la ilusión, ese sueño de la verticalidad que va del río al mar, del mar al río, del vacío del mar al vacío del cielo, del mundo externo a la interioridad, de la ascensión a la caída porque “las “correspondencias” acogen la inmensidad del mundo y la transforman en una intensidad de nuestro ser íntimo” (Poética del espacio, 231).


References:

  1. Gaston Bachelard (1993). El agua y los sueños. México: FCE, Breviarios 279

  2. Gaston Bachelard (1982). El aire y los sueños. México: FCE, Breviarios 139

  3. Gaston Bachelard (1992). Fragmentos de una poética del fuego. Buenos Aires: Ediciones Paidós

  4. Gaston Bachelard (2000). Poética del espacio. México: FCE, Breviarios 183, 2ª edición

  5. Raúl Renán (2005). A/salto de río. Agonía del salmón. México: Ediciones ST

1 Nació en Mérida, Yucatán el 2 de febrero de 1928. Poeta, narrador y editor, estudió letras y arte dramático en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Ha sido coordinador de talleres literarios en el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), la UNAM y la Universidad Iberoamericana. Fundó y dirigió la editorial La Máquina Eléctrica, Papeles (pliego seriado de literatura), la colección Fósforos (cajas de poesía breve), la revista Ensayo, y la colección la 7ª llave. Ha sido coordinador del consejo técnico editorial del INBA, Subdirector del Centro Nacional de Información y Promoción de la Literatura (CNIPL) del INBA, Subdirector del Periódico de Poesía UNAM/INBA y Coordinador de Papel de Literatura, boletín del CNIPL/INBA. Actualmente es Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán-UNAM e imparte talleres de poesía experimental en el Centro Cultural del Bosque del INBA y la librería El Péndulo de Polanco. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte desde 1999. Recibió la Medalla Yucatán 1987, el Premio de Literatura Antonio Mediz Bolio 1988 y la Medalla Eligio Ancona 2006. Como reconocimiento a su labor poética, a partir de 1988 se creó, en Mérida, el Premio Nacional de Poesía Experimental Raúl Renán. Ha publicado Lámparas oscuras (haikai, 1976), Catulinarias y Sáficas (1979), De las queridas cosas, (1981), Una mujer fatal y otra…, Gramática fantástica (1983), Pan de tribulaciones (1984), Juan corta las flores (1986), Los niños de San Sebastián (1986), Los Urbanos (1988), Comparsa (1990), Viajero en sí mismo (1991), Henos Aquí (1993), Serán como soles (1996), La sagrada familia Sabines (1996), Ambulavio (1997), Los Silencios de Homero (1998), Rama de Cóleras (1999), Volver a las cosas (1999), Cuadernos en breve (1999), Parentescos (2003), El río de los años (novela, 2005), A/Salto de Río (2005), El cadáver exquisito de un pez (2006), Rostros de ese reino (2007) y Educación de la línea1 (2007)

2 Poeta mexicano que formó parte del grupo Contemporáneos en los años 30 del siglo XX

3 Ver los nocturnos de Nostalgia de la muerte de Xavier Villaurrutia, otro poeta mexicano que perteneció al grupo Contemporáneos